La narradora argentina Patricia Ratto (Tandil, 1962) acaba de publicar su primera colección de cuentos cuyo título es Faunas, luego de las tres novelas que la anteceden: Pequeños hombres blancos, Nudos y Trasfondo.
Esta colección de trece cuentos está hilvanada por la presencia de un elemento en común, se trata de algún animal, real o fantástico, que tiene un lugar protagónico en cada uno de los relatos. Juntos, forman una totalidad, a través de la cual el lector va recorriendo un universo simbólico nutrido de seres de distintas formas, tamaños, razas, colores que dan lugar a historias grotescas, extrañas, míticas o surrealistas.
A través de un interesante trabajo con el lenguaje, la autora logra crear un tono propio para cada historia, a veces más coloquial como en Gárgolas, otras poético, a veces humorístico.
El desamor
La soledad de los seres humanos en estas historias, en las que el desamor suele ser opresivo, es casi total. En La mancha, el primer cuento del libro, una mujer que vive sola con su perro llamado Elmer es víctima de una mancha grasosa que se ha instalado en su jardín y que finalmente la invade sin que ella logre defenderse.
“No sé por qué pero hay momentos en que me siento terriblemente sola. Menos mal que las raíces de Elmer son aún retráctiles y algunas noches cuando salgo a verlo al jardín trasero, puede abandonar su posición algunas horas para hacerme compañía”.
Vínculo simbiótico
Los animales, a la vez que acompañan a sus respectivos dueños, no resultan necesariamente sus mejores amigos. Dado que han adquirido emociones humanas también sienten envidia, celos, deseos de destrucción y amor despiadado. Así es como en El invitado, el loro enjaulado, narrador de la historia, a la manera de un hijo posesivo con su propia madre, termina ahuyentando al posible novio de la protagonista en la primera cita. El loro prefería que a la pareja anterior.
En estas historias abundan tanto los animales como los orientales. Varios cuentos tratan sobre chinos y coreanos. Muchacho chino, donde lo oriental aparece como elemento bizarro, muestra esa atracción y rechazo occidental por aquella extrañeza que produce, hasta convertirlo en un toque surrealista como en el cuento El caballero invisible japonés de Graham Greene.
Los espacios en los que habitan varios de los personajes de estos relatos son particularmente pequeños, monoambientes donde seres humanos y animales se confunden y se funden en un vínculo simbiótico. Varios de los cuentos incluyen perros, quienes en vez de ocupar el lugar del mejor amigo del hombre, son sobrevalorados.
En el cuento Turistas, una pareja que adopta un perro mantiene la siguiente conversación: “El quiso hacer lo mismo con el cachorro que adoptaron con su mujer hace ya unos cuantos años, pero Ana puso el grito en el cielo. Si dios se llama Dios, ¿por qué nuestro perro no puede llamarse Perro? argumentó Acisclo”.