Prólogo
Cuando tenía veintitrés años publiqué mi primer artículo en un diario de difusión masiva. Se trató de una crónica sobre la estadía del dramaturgo norteamericano Eugene O´Neill, en los bajo fondos de Buenos Aires a principios del siglo XX. Había tomado información de un documental y luego investigué sobre el tema. La aparición de mi nombre en letras de molde sobre la página derecha de un suplemento de cultura, y la cantidad de gente que me decía “leí un artículo tuyo” no dejaban de reverberar en mí. Sin embargo, me costaba comprender algo tan obvio como el poder de la prensa escrita.